miércoles, 27 de mayo de 2009

El autoritarismo y sus enemigos necesarios


Ningún gobierno de sesgo autoritario tolera la división de poderes. Para mantenerse en el poder y eludir el enorme rechazo que despierta en gran parte de la sociedad, el kirchnerismo necesita avanzar sobre la judicatura, tal como se está viendo por estos días. La respuesta brindada por el gobernador de Buenos Aires, Daniel Scioli y el jefe de Gabinete, Sergio Massa -quienes afirmaron que eventualmente asumirán los cargos para los que se proponen como candidatos-, a los miembros de la Cámara Nacional Electoral, es una burla no solamente al Poder Judicial sino a la ciudadanía en general.
Obviamente, la afrenta de Scioli y Massa a la judicatura argentina no es más que otro gesto del presidente del Partido Justicialista, Néstor Kirchner, quien ha vuelto a demostrar, como lo hizo Carlos Menem en la década pasada, que no está dispuesto a dejarse doblegar por lo que considera un poder subsidiario del Ejecutivo.
Sin embargo, la ruptura definitiva con la judicatura no fue el único encontronazo que protagonizó el kirchnerismo a lo largo de la presente semana: el insensato desafío del ministro del Interior a la Unión Industrial Argentina (UIA), tras las justificadas quejas por la nacionalización de activos del grupo Techint en Venezuela, abrió un tercer frente de confrontación para un gobierno que nunca estuvo tan débil.
El propio aliado estratégico del kirchnerismo, Hugo Chávez, se encargó de dejar en ridículo al ministro Randazzo y al propio matrimonio presidencial, afirmando que el proceso de nacionalización de empresas extranjeras que se lleva adelante en Venezuela “excluirá” a las de origen brasileño.
Mientras suaviza su discurso y deja el trabajo sucio para los miembros más obsecuentes del gabinete de gobierno, como Randazzo y el ministro de Justicia Aníbal Fernández, Kirchner sigue cometiendo torpezas que preanuncian su ocaso, como enemistarse con la industria, el único apoyo con que contaba en el sector productivo tras la demonización del campo.
En efecto, la posición pro chavista resulta inconcebible cuando el presidente venezolano atenta contra los intereses empresariales de nuestra nación de una manera tan burda como provocadora. El grupo Techint, más allá de los cuestionamientos que se puedan formular, hoy representa el corazón de nuestra industria y por consiguiente del capital nacional y el Estado no puede combatirlo sin adoptar una postura anti argentina imposible de fundamentar.
Un espejismo. Enfrentado al campo, la industria y hasta la judicatura, el kirchnerismo depende solamente del segundo anillo del denominado “conurbano” bonarense donde, a fuerza de compra de sufragios, tiene previsto obtener el respaldo suficiente para encarar los dos años de gobierno que le restan por cumplir. Ante una perspectiva semejante, la promesa de pavimentar una decena de cuadras en una ciudad remota como la nuestra, a la que se abrazó con tanto fervor la administración vecinalista, parece un espejismo.

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