Presionado por una opinión pública cada día más desfavorable, el intendente Oscar Trinchieri se lanzó definitivamente y en el peor momento, a los brazos del kirchnerismo. A cambio de una promesa de fondos para concretar un más que moderado programa de repavimentación de calles, cuyo cumplimiento obviamente está atado al resultado electoral de junio próximo, el mandatario expresó su lealtad al “ex presidente en funciones” Néstor Kirchner.
Como su sinuosa trayectoria de compromisos y traiciones no lo ayuda, Trinchieri debió dar una “prueba de amor”, imponiendo a su colaborador más cercano y eficiente como cabeza de lista en los comicios municipales donde créase o no, el vecinalismo se plebiscitará a sí mismo para sumar adhesiones a la desdibujada gestión de Cristina Fernández.
La riesgosa jugada no sorprende ni a oficialistas ni a opositores, puesto que Trinchieri se encontraba huérfano y sin apoyo provincial ni nacional que le permitiera hacer frente a una comunidad que maduró en el último lustro y no solamente exige resultados sino también transparencia.
El acuerdo sellado es similar al que cientos de intendentes de todo el país debieron aprobar a lo largo de las últimas semanas, bajo la imposición de una dirigencia en retirada que es perfectamente consciente de la debilidad extrema que padece.
Obviamente soporta fuertes cuestionamientos éticos puesto que se sustenta en un conflicto de intereses que enfrenta a la administración nacional con el interior del país. En efecto, suponiendo que algún día llegaran a concretarse, las 16 cuadras de pavimento anunciadas por el mandatario municipal representarían una burla si se las compara con el aporte que la ciudad y su zona de influencia realizan a las arcas del Tesoro nacional.
Desde el punto de vista electoral el acuerdo con el kirchnerismo resulta sumamente riesgoso, puesto que debilita aún más la imagen de la gestión municipal y la enfrenta directamente con los productores agropecuarios, un sector que tiene una alta incidencia en el desarrollo de nuestra ciudad.
Resulta difícil imaginar de qué manera el mandatario y sus colaboradores políticos más estrechos –Héctor Madoery y Elvio Saravia- se las arreglarán para convencer a un electorado ansioso por castigar al gobierno nacional que en realidad deben darle el apoyo a cambio de la promesa de la pavimentación de un reducido grupo de calles.
Eso no es todo, porque si es altamente probable que el acuerdo con el kirchnerismo no beneficie al vecinalismo, sino que por el contrario, lo perjudique, existen sobradas razones para pensar que tampoco habrá de resultar provechoso para la gestión presidencial, puesto que no se trata más que de un manotazo de ahogado que difícilmente pueda frenar la ola de rechazos que presumiblemente tomará forma en las urnas hacia fines de junio.
Lo más probable es que el acuerdo no sea más que un intento vano y de última hora para engañar a un electorado que quiere previsibilidad y no pases mágicos que permitan la realización de obras imprudentemente postergadas a cambio de lealtades políticas que saldrán demasiado caras a la ciudad.
domingo, 12 de abril de 2009
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