Salir de la línea D del subterráneo de Buenos Aires y encontrarse con un cuadro en el que sobresalen las imponentes maquinarias agrícolas dotadas de la más avanzada tecnología y las especies más depuradas de vacunos, ovinos y equinos, es indudablemente una experiencia impactante que une a dos culturas que rara vez toman contacto directo.

Los chicos no resisten la atracción de la maquinaria.
Se trepan a los tractores y las cosechadoras.
Los grandes también se entusiasman, aunque a la señora no le guste.
Se sienten atraídos por la tecnología al servicio de la producción.
Máquinas modernísimas que cuestan miles de dólares.
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