martes, 18 de agosto de 2009

La industria láctea argentina busca la fórmula para resurgir


En un contexto nacional e internacional cambiante, el sector apuesta por la liberación de precios y exportaciones, el reacomodamiento de los costos y la disminución de la presión impositiva para volver a brillar.


El río está revuelto, eso es evidente, aunque no queda claro qué actor de la cadena láctea de valor se queda con la porción más grande de ganancias. Mientras las organizaciones agropecuarias dirigen sus reclamos a los hipermercados, a quienes culpan por el desfasaje que existe entre el precio de la materia prima y el precio al consumidor, la industria pasa por momentos difíciles y afirma que no está en condiciones de mejorar el precio que perciben los tamberos. Sin embargo, lo peor parece haber pasado y con una demanda internacional creciente y la flexibilización de las condiciones de comercialización, las perspectivas pueden ser alentadoras para los industriales argentinos del sector.
Miércoles 29 de julio, 22 horas, en la sede del Centro de Industria Lechera (CIL), una vieja casona de dos plantas ubicada en el barrio de Almagro, en Buenos Aires, su presidente, Miguel Paulón, intenta sin éxito poner fin a una jornada agitadísima, donde las principales industrias lácteas del país resistieron las presiones de la secretaría de Comercio Interior para que firmaran un acuerdo de precios que en realidad parecía estar más destinado a madrugar la promocionada reunión que mantendrían, dos días después, el Gobierno y la Mesa de Enlace. La ofensiva del secretario Guillermo Moreno también apuntaba a permitir que la presidenta anunciara un paquete de medidas para el sector en un sitio emblemático: la Escuela Superior Integral de Lechería de la ciudad cordobesa de Villa María, hecho que finalmente se concretó, a pesar de la negativa de los industriales, quienes por primera vez lograron mantenerse firmes ante el Gobierno, señalándole diplomáticamente que recién firmarían luego de que se llegara a un acuerdo con las entidades que representan a los productores.
Mientras el teléfono no deja de sonar, Paulón intenta bosquejar el mapa de la lechería que viene, donde el reacomodamiento de costos será un tema ineludible y donde los niveles de producción, según las previsiones de la industria que son opuestas a las de los productores, se mantendrán cerca de los 10 mil millones de litros de leche anuales. “La producción se viene recuperando desde el año 2006 hasta la fecha, alcanzando los 10 mil millones de litros de leche. Según nuestras previsiones, durante el presente año se mantendrá en niveles similares a los de 2008 y si se registra una leve caída, esta se deberá más que nada a la incidencia de la sequía”, responde cuando se le pregunta por las preocupantes advertencias que vienen enunciando las entidades agropecuarias sobre una presunta escasez de leche.
Para el CIL, las previsiones son incluso alentadoras, especialmente “si el productor recibe señales concretas durante el transcurso de las próximas semanas, es muy probable que la producción se mantenga en los mismos niveles en el año próximo”. Por otro lado, de acuerdo a los datos que maneja la entidad, el país consume entre 7.500 y 8.000 mil litros de leche lo que implica que no solamente está garantizado el abastecimiento del mercado interno, sino que además queda un excedente de entre 2.000 y 2.500 millones de litros que nos transforma en un actor de importancia relativa en el mercado internacional que ha logrado penetrar con sus productos en alrededor de 140 países. Para Paulón, “este es un activo que no se puede desperdiciar sino que por el contrario, debemos desarrollar aún más en el futuro”.
-¿Por qué cree que se da este desfasaje en las estimaciones sobre la evolución de la producción?
-Creo que los productores se enfocan en las diferencias que se registran actualmente en la rentabilidad relativa de la producción de la soja y de la leche, infiriendo que habrá quienes decidirán abandonar la actividad para dedicar sus tierras agrícolas al cultivo de la oleaginosa. Nosotros no tenemos una visión diferente y somos conscientes de que las diferencias de rentabilidad son marcadas, razón por la cual estamos peleando para que en lo inmediato se emitan señales concretas para el sector. En ese sentido, para nosotros es probable que la salida inevitable de productores de la actividad se produzca en condiciones normales y no excepcionales. Entre las condiciones normales de abandono de la actividad nosotros distinguimos la falta de sucesores y de personal capacitado para trabajar en los tambos, es decir, circunstancias que están más relacionadas con factores de índole familiar más que comercial.
Si esta situación se produce, buena parte de los tambos que este año lamentablemente han tenido que cerrar por una sequía que duró casi 24 meses, reubicarán sus vacas lecheras en otras explotaciones, asegurando la continuidad de los niveles de producción. Por eso para nosotros no se dará una caída brusca.

Liberación de precios y exportaciones
Tal como quedó expresado en el documento enunciado por la Asociación Empresaria Argentina (AEA), en cuya comisión directiva ocupan cargos SanCor y La Serenísima, las dos empresas lácteas más importantes del país, la industria lechera está a favor de la liberación de los precios y de las exportaciones. “Yo me pregunto a quién benefician los precios bajos, porque cuando se adoptan políticas de este tipo generalmente se cree que estas benefician a quienes tienen menores recursos pero la realidad demuestra que son aprovechadas por todo el mundo. A nosotros nos parece que sería más razonable diferenciar las capacidades de compra de los consumidores y que quienes tienen dificultades accedan a las herramientas solidarias facilitadas por el Estado”, señala Paulón.
Las trabas a las exportaciones de productos lácteos, en tanto, “tuvieron un gran impacto en la industria porque se dispusieron en momentos de precios excepcionales en el mercado internacional que hubieran permitido a las empresas acumular una reserva para afrontar períodos críticos. Lamentablemente ni la industria ni los productores pudieron beneficiarse de esos precios excepcionales y quedaron sin los recursos para afrontar posibles crisis futuras”.
En el caso concreto de la industria debió afrontar un alto costo de financiamiento porque se vio forzada a acumular grandes cantidades de toneladas debiendo en muchos casos salir a contratar espacios de almacenamiento adicionales y, lo más grave de todo, perdió clientes y salió al mercado internacional cuando los precios descendieron bruscamente.
Para Paulón el resultado de esta política está a la vista, ya que “desde octubre de 2008 hasta abril de 2009, la industria estuvo trabajando en una línea de quebranto operativo constante. Recién en mayo de este año logramos una nivelación de los sub balances a nivel operativo. Sin embargo, aquellas empresas que afrontan costos de financiamiento importantes, todavía se encuentran en una zona roja”.
A la hora de proponer y posiblemente para no ser tachados de neoliberales de manual, el CIL se expresa “a favor de la implementación de un sistema de exportaciones ágil. Creemos que los registros de exportaciones son útiles desde el punto de vista del monitoreo y del balance entre el mercado externo e interno, pero el proceso no debe tener obstáculos sino que incluso debe estar alentado con reintegros mayores para evitar que volúmenes importantes inunden el mercado doméstico”.

Leche hervida
Respecto de la puja que se da entre los actores de la cadena, para el CIL, estas medidas, sumadas a la incentivación de la producción de materia prima y de las exportaciones bastarán para corregir las distorsiones que según el criterio de los industriales hoy se dan no solamente en nuestro país sino en todo el mundo. “Si las cadenas comerciales perciben que hay sobreoferta presionan para que bajen los precios. Por eso nosotros entendemos que con un mercado interno correctamente abastecido y un canal ágil de exportación, toda la cadena tenderá hacia la normalidad, equilibrando la posición dominante de cualquier actor sobre otro”, sostiene Paulón y acota que actualmente “se ven protestas de productores en Nueva Zelanda, Francia, Brasil, Chile y Estados Unidos. La cuestión está en ebullición en todo el mundo porque se ha producido un desacomodamiento de los costos de producción y de precios”.
No obstante para el CIL queda pendiente una cuestión adicional: la presión impositiva que según los estudios comparativos que está llevando a cabo la institución, es mayor en Argentina que en el resto de los países productores de leche. “Se están haciendo estudios y hay diferencias con algunos países. Los niveles de participación más o menos actuales señalan que del precio que paga el consumidor, el Estado está llevándose entre un 25% y 30%, mientras que la comercialización se queda con un porcentaje similar. La distribución está tomando alrededor del 5% y lo restante se distribuye entre los productores en partes bastantes parecidas”, explica su presidente. La cuestión es que “comparativamente con otros países, en Argentina “la aplicación de impuestos sobre productos masivos es mucho mayor”.

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