jueves, 11 de junio de 2009

Los “ghostwriters” de Castellanos

Como dije en este mismo espacio que ha sabido despertar el interés de los lectores sunchalenses y rafaelinos, el viejo diario que fundaran Francisco Pérez Torres y Juan Audenino a fines de la década del 30, viene sufriendo un deliberado proceso de vaciamiento intelectual y moral. A modo de ejemplo, mencioné la publicación, cada vez más frecuente y virulenta, de libelos redactados por personas ajenas a la redacción que en algunos casos hasta están identificados con los intereses a los que se refieren. El caso de Luis de Palacio, quien no es otro que un funcionario perottista que escribe enmascarado tras un seudónimo que pretende ser un alarde de ingenio pero que no es más que una burla hacia los lectores, pinta de cuerpo entero la triste realidad por la que atraviesa el matutino.
Otro de los casos que podrían ser catalogados como de “periodismo testimonial”, definición que está a tono con la decadente coyuntura política nacional, es la cobertura que brinda del proceso concursal de la Mutual Ben Hur, donde el abogado santafesino que representa y ocasionalmente oficia de vocero de la entidad, también patrocina al propio diario y a su director, incluso en los litigios laborales generados por el desplazamiento forzado de periodistas.
¿Qué clase de imparcialidad puede ofrecer un medio de comunicación que obra de esta manera, siendo juez y parte de los hechos sobre los cuales se propone informar?
En la misma línea se ubica la cobertura ofrecida sobre la Asociación Médica que como bien señaló un lector de este blog, se encuentra contaminada por intereses que poco tiene que ver con lo periodístico. Tuve que ocuparme personalmente de este espinoso asunto durante aproximadamente dos años, poniendo especial empeño en separar lo estrictamente periodístico o noticiable de las cuestiones de sesgo personal, político y empresarial.
Es cierto que la información que nutrió la cobertura -y entiendo que todavía lo hace- provino de personas cuyos intereses se contraponen con los que persigue la Asociación Médica, aunque en mi actuación sobre el tema me ocupé personalmente de deslindar todo lo que era noticiable de lo que eran simples y burdos ataques a la institución y sus dirigentes, debiendo para ello enfrentarme inevitablemente con las autoridades del diario, tal como pueden testimoniar mis colegas.
Si bien no acostumbro a revelar fuentes reservadas de información, en esta oportunidad creo lícito señalar que los datos que sirvieron de base a la cobertura ofrecida me fueron suministrados por Guillermo Remonda, socio del propietario y director de Castellanos, Pablo Visconti. Según le gustaba alardear al primero, una buena parte de la documentación se obtenía gracias a la mediación de una importantísima figura de la política nacional, a quien no es necesario nombrar, ya que cualquiera puede intuirlo fácilmente si presta atención a la cantidad de apariciones que el ministro tiene en la portada del devaluado matutino rafaelino.
El calibre de los documentos aportados, entre los que se encontraban decisorios judiciales de carácter público aunque prácticamente inasequibles para la mayoría de los periodistas de la región, abonan esta hipótesis de la intervención directa de este importante personaje de la política nacional en la cobertura que brindó Castellanos sobre la situación de la Asociación Médica.
Naturalmente, para un periodista la proveniencia de la información no la invalida, mucho menos si se ajusta a la realidad y está acompañada por la base documental necesaria. Ese fue el caso del proceso por presunto prevaricato que se sigue a quien fuera apoderado de la entidad y los miembros de su estudio jurídico.
A esta altura seguramente alguien podrá objetar por qué durante la cobertura de los hechos relacionados con la situación de la Asociación Médica no identifiqué la fuente de información. La respuesta es tan obvia como sencilla: tal decisión estaba fuera de mi alcance y opté por dar a conocer las supuestas irregularidades registradas, especialmente en lo referido al presunto prevaricato, que quedarme callado, encubriendo un hecho que la opinión pública debe conocer.
Obviamente no estuve de acuerdo con una buena parte de lo publicado, algo que como dije, terminó por enemistarme con las autoridades del diario y de lo que pueden dar fe mis ex compañeros de trabajo.
La participación de escritores fantasma, tal como señala la traducción de la expresión anglosajona utilizada en el título de esta nota, es algo común en el periodismo gráfico, aunque Castellanos, al igual que muchos otros medios de comunicación incluso de mayor relevancia, abusa del cuestionable recurso, puesto quienes se escudan en el anonimato, son parte interesada en los hechos sobre los cuales se pretende informar con la mínima imparcialidad que exige la práctica periodística.

2 comentarios:

  1. en mi pueblo tambien pasaba eso de los escritores fantasmas, generalmente vertian opiniones muy radicales sin dar la cara

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  2. Ls verdad no me sorprende nada loque contas aca. Realmente piensan que somos unos idiotas que no nos damos cuenta de como son las cosas. Deberian perfeccionar la farsa porque es tan obvia que hasta un chico de salita de cinco no se la cree. Te felicito por la valentia de decir siempre la verdad, mas alla de las presiones que evidentemente soportas. Adelante y no aflojes que somos muchos los que te leemos y seguimos.

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