Según el testimonio de un alto ejecutivo de una destacada firma, el sector automotriz brasileño tiene una demanda sostenida que lo obligará a retomar los niveles de producción previos a la crisis, beneficiando especialmente a las autopartistas nacionales.
El responsable del área de aftermarket de una reconocida autopartista brindó su impresión sobre la situación del mercado brasileño, país que visitó recientemente. “Se nota una pequeña recesión, aunque esta se evidencia más que nada en la reducción de stocks”, relató a Punto Biz y detalló que algunos clientes compran 40 por ciento menos de lo habitual porque según ellos mismos explican, “a diferencia de lo que ocurría hace seis meses, las fábricas de autopartes ya no tienen faltantes de productos y entregan los pedidos a los quince días”.
Concretamente el ejecutivo que pidió que se mantuviera en reserva su identidad para resguardar cuestiones de estrategia comercial, visitó las ciudades de Brasilia y Goiania que están separadas por apenas 200 kilómetros y cuyo parque automotor alcanza los dos millones de unidades, es decir, casi la mitad de los automóviles que hay en toda la Argentina, una oportunidad que ningún ejecutivo de ventas está dispuesto a desaprovechar.
“En líneas generales la industria automotriz brasileña no está tan mal. Según los últimos informes, en los primeros cinco meses de 2009 se vendieron 1 millón de vehículos, una cantidad similar a igual período del año anterior. En cambio lo que sí ha bajado es la producción, lo que significa que se redujeron deliberadamente los stocks”, afirmó.
Según el ejecutivo, si la demanda se sostiene, en poco tiempo más, las terminales automotrices deberán retomar su ritmo de producción previo a la crisis. En ese sentido es probable que la industria automotriz brasileña, la única cuyas ventas no han disminuido de América Latina, terminará motorizando al sector autopartista nacional.
La cuestión no están sencilla, sin embargo, porque como señaló el ejecutivo de la firma, para mantener el volumen de ventas en el vecino país, especialmente en el segmento de aftermarket, “se hace necesario redoblar los esfuerzos comerciales, como acciones de venta directas”, circunstancia que “termina afectando la rentabilidad”, aunque en un contexto tan incierto como el actual, se trata de un precio que cualquier industria está dispuesta a pagar.
Para el ejecutivo, la clave pasa por la capacidad de reacción de cada empresa, ya que en apenas unos meses el mercado cambió drásticamente. “En noviembre del año pasado nos quejábamos porque no podíamos entregar a tiempo la producción”, concluyó con indudable nostalgia.
Concretamente el ejecutivo que pidió que se mantuviera en reserva su identidad para resguardar cuestiones de estrategia comercial, visitó las ciudades de Brasilia y Goiania que están separadas por apenas 200 kilómetros y cuyo parque automotor alcanza los dos millones de unidades, es decir, casi la mitad de los automóviles que hay en toda la Argentina, una oportunidad que ningún ejecutivo de ventas está dispuesto a desaprovechar.
“En líneas generales la industria automotriz brasileña no está tan mal. Según los últimos informes, en los primeros cinco meses de 2009 se vendieron 1 millón de vehículos, una cantidad similar a igual período del año anterior. En cambio lo que sí ha bajado es la producción, lo que significa que se redujeron deliberadamente los stocks”, afirmó.
Según el ejecutivo, si la demanda se sostiene, en poco tiempo más, las terminales automotrices deberán retomar su ritmo de producción previo a la crisis. En ese sentido es probable que la industria automotriz brasileña, la única cuyas ventas no han disminuido de América Latina, terminará motorizando al sector autopartista nacional.
La cuestión no están sencilla, sin embargo, porque como señaló el ejecutivo de la firma, para mantener el volumen de ventas en el vecino país, especialmente en el segmento de aftermarket, “se hace necesario redoblar los esfuerzos comerciales, como acciones de venta directas”, circunstancia que “termina afectando la rentabilidad”, aunque en un contexto tan incierto como el actual, se trata de un precio que cualquier industria está dispuesta a pagar.
Para el ejecutivo, la clave pasa por la capacidad de reacción de cada empresa, ya que en apenas unos meses el mercado cambió drásticamente. “En noviembre del año pasado nos quejábamos porque no podíamos entregar a tiempo la producción”, concluyó con indudable nostalgia.
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